De un buen desarrollo emocional depende la madurez física, intelectual y social de cada persona. Una persona con una afectividad estable posee un buen autoconcepto y una buena autoestima que le van a ayudar a realizar con mayor éxito cualquier tarea que emprenda.
La autoestima se va formando desde los primeros meses de vida. La manera en que nos trata nuestro entorno, así como las ideas y valores que recibimos en nuestra educación, van influyendo en la forma en que nos vemos a nosotros/as mismos/as y cómo nos valoramos.
Distinguimos: Autoestima (cuánto me quiero) y autoconcepto (cómo creo que soy /me veo).
Un clima emocional cálido en el que se muestre confianza, se valoren las cualidades y acciones positivas y se perciban los fracasos no como algo negativo, sino susceptible de mejora, favorecerá la responsabilidad, esfuerzo, seguridad, creatividad, alegría, confianza etc.
Además de lo anterior, también es importante cuidar aspectos que influyan en el desarrollo de una baja autoestima como:
Los/as niños/as poseen facilidad para expresar emociones como la alegría y el enfado, pero frecuentemente no sucede lo mismo con el miedo, la angustia, la ansiedad…
En los ámbitos mas cercanos: familiar, académico/educativo y social debemos estar atentos a cualquier señal de emotividad por pequeña que ésta pueda parecer (sobretodo en niños/as más inhibidos/as), para ayudarles a desarrollar “La inteligencia emocional' que les permita canalizar las emociones y desarrollar un aprendizaje más óptimo.
Nos parece esencial en el desarrollo de niño/a favorecer e instruir en ideas como: